De entre el trabajo, los viajes, el nuevo departamento con su vida independiente y las trivialidades de las últimas semanas que ha vivido mi hermano Víctor, mencionó que desde hace unos días se descompuso su plancha.
–Pero ya la mandé arreglar–, dijo.
Con la obvia crisis presente en mi cabeza pregunté: –¿No te sale mejor comprar una nueva?–
Respondió tranquilo. –Si la hubiera mandado a arreglar por fuera sí, pero como la mandé con los mismos de ConAir me sale como en trescientos pesos.–
Le dije, –Güey, puedes encontrar una nueva por ese precio.–
–Sí–, contestó. –Pero no con iones y cerámica.–
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