Me cuesta mucho trabajo dormir últimamente. Y con
últimamente quiero decir desde hace como seis meses. O hace mucho frío, o hace
mucho calor. O mi cabeza está tranquila, pero nomás la pongo sobre la almohada
y se empieza a revolucionar como me hubiera gustado que lo hiciera durante el
día. De ahí que últimamente también, he tenido un tórrido romance con el
alprazolam.
Han sido días extraños estos también. La verdad es que
como artista, desconozco el término “vacaciones” ya que en realidad no tengo.
Le comentaba a mi amiga Bibi que lejos de vacaciones, son periodos de
desempleo. No me rijo bajo algún calendario ni tengo horario Godín así que,
cuando la gente sale de vacaciones me siento muy fuera de lugar. Amo que la
ciudad se vacíe, pero de alguna manera odio saber que estoy fuera de contexto
ya que este fin de semana todo mundo ha venido planeando el escape. A
diferencia de otros años, esta semana santa sí quise salir con mis amigos a
algún lado pero me lo impidió una amiga que hace algunos años no había visto:
la salmonella.
Es la tercera vez que me da esta chingadera. La verdad es
que ya hice mi paz con ella en esta ocasión. La caché temprano así que
probablemente no la sufra más allá de un par de días. Pero qué joda. Hay gente
que en toda su vida no se entera qué significa eso, y habemos otros a los que
nos da hasta por tercera vez. (Espero sea la última.)
Como la temperatura no me dejó salir y emprender el viaje
a la playa, me refugié en mi pequeño departamento de 2x2 a navegar por
internet, pedir comida a domicilio, ver películas y escribir en el blog. El
edificio está muerto ahora. Los pocos que no salieron de vacaciones andarán
como en el quinto sueño, pero hay una lucecita prendida en uno de los
interiores. La de mi escritorio. Me caga porque es en estos momentos cuando me
dan ganas de que súbitamente me ocurra un ataque creativo, una catarsis insospechada
y ponerme a componer un tremendo hit, la mejor canción de amor de todos los
tiempos. O incluso ponerme a escribir aquí, pero cosas jamás antes escritas.
Generar lo nunca antes generado. Pero no. Solo ocurre que me pongo a vomitar
letras encontrando compañía en mí y en mi cabeza.
Atrapado en una noche que parece no
terminar. Una noche tan común y corriente que se vuelve horrible y larga como
la chingada. No tienes sueño, tampoco hambre. No tienes ganas de salir pero no
quieres estar encerrado. Quieres estar solo pero te hace falta alguien. Total,
con nada se te da gusto. Así estoy ahorita. Ya en una hora quizás me eche un
revolcón con el Tafil y me vaya directito a la cama para que mañana todo cobre mayor
sentido. Y mañana, voy a componer un tremendo hit; la mejor canción de amor de
todos los tiempos. Mañana voy a vencer a la salmonella y sufriré de un ataque
creativo, una catarsis insospechada y entonces la noche sí que valdrá la pena.
La de hoy que se vaya a la mierda.