miércoles, 6 de marzo de 2024

El Año del Gato.

Cómo le peleaba yo la música a mi Papá. Y es que claro, él jamás esperó tener un hijo Actor/Músico. Él quería tener un hijo Ingeniero como él, o en una de esas Doctor. Cuando era niño e íbamos en el carro, él ponía en el radio lo que yo sigo nombrando como "Música de Papás". Bandas como Air Supply, Chicago, Earth Wind & Fire, entre otros. Y me daba una especie de cringe. Yo le decía que no me gustaba su música y que mejor escuchara Deep Forest, Lisa Loeb, Blind Melon, The Cranberries. Pero respondía poniéndome más de sus canciones y usando el volante como batería, sabiendo que me haría repelar más. Me cantaba el corito de "True" de Spandau Ballet (desafinadísimo, por supuesto) y yo más rojo de coraje me ponía.

Una vez de entre sus múltiples canciones, puso una que sí me hizo abrir los ojos (y los oídos). Era "The Year Of The Cat" de Al Stewart. Escuchamos la canción entera en silencio y al terminar, le dije: "Esa sí es música, Chato." Y él no daba crédito que me hubiera gustado una de sus canciones. Desde entonces, cada vez que la escucho, me acuerdo de él. Incluso durante la década y cacho donde se me desapareció para irse a vivir a no sé dónde con quién sabe quién. Cuando regresó a mi vida (hace poco más de dos años) nos fuimos a comer y al treparnos al coche, puse esa canción en el celular para decirle que con ella me acordaba de él. "¡Uy! El año del gato, ¡claro! Muy buena, muy buena."

Hoy que fui a visitarlo al hospital, le pregunté: "¿Te acuerdas del Año del Gato? ¿La canción con la que me acuerdo de ti?" Y me contestó: "Esa pared se está quemando. Si nadie apaga ese fuego, todo este lugar se va a incendiar." Le dije que no se preocupara, que todo estaba bajo control y que nada se quemaba. "Necesito saber si hay una forma más rápida de eliminar esto o que hablamos con la gente de sistemas y que nos reportan que no han... que no podía estar antes del día 2 para que no lo tomen a cuenta... digo, no lo tomen en mi contra porque yo pensé que con una semana era suficiente dejándolo de usar." Yo solo le contesté que sí, que no h había problema. Que yo hablaría con los de sistemas. Le pregunté: "¿Te acuerdas de mí?" Y se me quedó viendo por unos segundos. Después, contestó: "¿Y a qué hora nos vamos a subir al avión?" Traté de recordarle que estábamos en el hospital y no en el aeropuerto, pero no hizo caso. Se retorcía y se intentaba quitar el catéter otra vez. Pero por lo mismo es que lo tienen amarrado de pies y manos, porque ya se lo ha quitado tres veces y está todo moreteado de los brazos.

"¡Mira ese Ferrari!", me dijo súper emocionado. Yo le acariciaba la cabeza mientras le decía que sí, que lo veía y que estaba increíble, aunque no había ningún Ferrari en el cuarto. "Deja que mi carrera me lo permita y yo te voy a comprar uno.", le dije. "¿Tú? ¿Y por qué tú? ¿Quién eres?" Supuse que no tenía caso insistirle. Nomás le dije: "Alguien que te quiere mucho."

Mañana que lo vea, voy a intentar meter de contrabando mi celular y unos audífonos para ponerle "The Year Of The Cat" bajito. A ver si lo logro porque no nos dejan meter celulares ni nada. Si corro con un poco de suerte, se acordará de la canción. Y si corro con mucha suerte, a lo mejor se acordará de mí.


sábado, 26 de marzo de 2022

Chale.

–¿Qué vas a tomar esta noche, galán?–

Y yo, pensando en mis adentros: "¿Galán? No pos', si no estoy tan tirado al catre. Si sí tengo mi chaca cha chán, mi no sé qué que qué sé yo, mi onda, mi mojo." 

Pido mi café.

–¿Efectivo o con tarjeta, galán?–

–Con tarjeta, muchas gracias.–, contesto bien sonriente y pago. Espero a que me den mi ticket de compra, (para poder facturarlo después porque pinche Hacienda).

–Listo galán. Al final de la barra te entregan.–

Todo contentote le contesto, –Bonita noche.–

Después de unos momentos me entregan el café, para descubrir entonces desilusionado que todo había sido una mentira.




martes, 8 de marzo de 2022

Amalia no puede dormir.

Llamémosle "Amalia". Una de las personas más tóxicas que he conocido en mi vida. Socialmente muy talentosa; de esas personas que pueden hacer hablar hasta las piedras. Entretenida, divertida, muy amigable. Pero con un lado oscuro, muy oscuro.

Nos volvimos amigos muy cercanos. Aunque muchas veces me hacía sentir que estábamos too close for comfort. Sobre todo porque Amalia moría por un novio y a pesar de que ella sabía que entre nosotros alguna relación de ese tipo sería imposible, me puso el traje encima y me armaba broncas y pleitos y se pronunciaba celosa de que yo tuviera otras amigas o que me juntara con alguien más. Se encabronaba si pasaban mas de veinticuatro horas y yo no le llamaba por teléfono. Ya alguna vez otra amiga me había advertido: "Ten cuidado con lo que le cuentas a Amalia porque es como tratar de confiarle un secreto a un megáfono." Pero de cualquier modo, a Amalia había que contarle todo o también se encabronaba.

Se quejaba de no tener trabajo y cuando conseguía uno, se quejaba de tener demasiado trabajo. Nada la hacía feliz. Todos los días eran una oportunidad para culpar al universo de todas sus desgracias, de lo injusta y amarga que era su vida cuando seguía viviendo en casa de su mamá, con todo y sus más de cuarenta años, sin tener que pagar renta ni servicios.

Pero uno de sus mayores problemas, era que en casa de su mamá también vivían su tío abuelo y su abuela. Ambos adultos mayores que requerían cuidados muy especiales. El tío abuelo padecía de demencia senil y la abuela al parecer también, aunque no tan avanzada como la de él. A él jamás le conocí, pero a su abuela sí y la recuerdo con su largo camisón blanco, caminando despacito, yendo a la cocina cada vez que tenía hambre.

Recuerdo cuando Amalia me invitó a pasar una Navidad con ella y su mamá. A la cena se nos unió también su abuela, quien dicho sea de paso, la cuidó, crió y procuró cuando era niña porque sus Padres siempre estuvieron ausentes (sobre todo el Papá). Pero el corazón se me hacía pedacitos, porque su abuela le decía: "Amalia, ¿me pasas un pan?" Y Amalia, que le había escuchado perfectamente, la ignoraba. La abuela insistía: "Pásame un pan, hija.", y Amalia continuaba ignorándola hasta que decidí tomar la canasta del pan y cuando intenté dárselo, Amalia me detuvo: "No. No se lo des." Insistí: "Pero tu abuelita quiere pan." Y Amalia déspota y molesta me contestó: "¡Ya sé, pero que hable más fuerte o no le paso nada!" Amalia, notando mi enojo, terminó aventándole el pan en la cara. Le trató horrible toda la noche. Yo solo sentía como se me subía la sangre a la cabeza. Terminando de cenar, Amalia le dijo: "Ya vete de aquí. Déjanos platicar en paz." Su abuela se levantó con cuidado hasta que, caminando despacito, desapareció en la oscuridad del pasillo. No tardé en irme a casa. Estaba tan enojado. A la mamá de Amalia parecía no importarle el maltrato. Oblivious. Del coraje hasta diarrea me dio. Empeoró cuando a dos horas de haberme ido, Amalia ya me estaba marcando por teléfono (como diario lo hacía) para platicar de todo y nada como si no nos hubiéramos visto en seis meses.

"Otra vez dormí una chingada." Amalia se quejaba de no poder dormir porque su tío abuelo tenía el ciclo del sueño al revés; dormía de día, se mantenía despierto en las noches, prendía la televisión y hablaba o balbuceaba solo. Eran parte de sus síntomas de demencia. Yo le decía que podía comprender que fuera complicado vivir con un familiar en esa situación, pero que debía ser paciente y seguir las instrucciones de su Médico. Siempre traté de apelar a su sentido de compasión. "¿Por qué no usas tapones para los oídos? Yo así le tuve que hacer cuando viví en España con mi amiga Karla porque su hermana roncaba como camión." "No, no puedo dormir."

Amalia me había contado que cuando los síntomas de demencia comenzaron a presentarse, el tío abuelo decidió entregarle su tarjeta bancaria con todos sus ahorros, temeroso de no poder tomar decisiones y valerse por sí mismo durante mucho tiempo mas. El tío abuelo le había dicho que la utilizara para pagar sus medicamentos y también por si algún día él llegara a tener alguna emergencia. Amalia recibió la tarjeta y le prometió así hacerlo. De cualquier manera, no solo había dinero en la cuenta bancaria del tío abuelo, sino que tanto él como su abuela, recibían una pensión mensual por parte del Gobierno.

En una ocasión, durante uno de los muchos meses en los que Amalia seguía sin encontrar trabajo, llegó muy contenta a mi casa y me presumió su nueva bolsa. Le había costado alrededor de tres mil pesos. Le pregunté cómo había logrado pagarla si supuestamente no tenía ni un peso. Sin reparo me contestó: "Con la tarjeta del tío." Yo contesté: "Amalia, ese dinero es para sus medicamentos, no para ti." "¡Ay, ya sé! Luego cuando encuentre trabajo y tenga dinero se lo repongo.", me dijo. Pero nunca lo hizo. El dinero acumulado en esa tarjeta fue disminuyendo poco a poco. La mayoría, en gastos personales de Amalia. Zapatos, maquillaje, ropa, entre otros.

El tío abuelo ya tenía un Doctor de cabecera, quien estaba al tanto de su cuidado y estado de salud. Pero Amalia y sus ganas de poder dormir la hicieron buscar a alguien más. No sé dónde o cómo fue que Amalia consiguió los datos de una Anestesióloga dedicada a los cuidados paliativos. Tampoco sé qué le habrá dicho Amalia a esta Doctora sobre su tío abuelo, pero me pidió en una ocasión que la acompañara a recoger unas recetas para los nuevos medicamentos que ahora le iban a suministrar. Íbamos ya de regreso cuando me puse a leer las recetas. Me di cuenta de que se trataba de sedantes, ansiolíticos y opioides controlados y muy potentes, pero me tranquilizó ver que las dosis prescritas eran muy pequeñas.

El tío abuelo comenzó a mejorar y cambiar su ciclo del sueño. Pero Amalia estaba furiosa porque, en su opinión, los medicamentos no le estaban haciendo el efecto completo y el tío abuelo a veces seguía despertándola con sus balbuceos. "En la receta dice que le tengo que dar un cuarto de pastilla pero me vale madres. Hoy en la noche se la voy a dar completa y si no funciona le voy a dar dos." Me opuse rotundamente. "No hagas eso Amalia. Tú no sabes si a su edad, con sus problemas de corazón y su metabolismo le pueda hacer daño." Pero ella no escuchaba argumentos ni razones y le fue aumentando la dosis a su tío abuelo. Ella quería dormir. Unas semanas después, me despertó un mensaje de Amalia en la mañana: "Hoy ya no despertó. Estamos esperando que se lleven el cuerpo para cremarlo." Yo no lo podía creer. Amalia lo había dormido como a un perro. Había cometido asesinato. "Mi mamá y yo nos estamos poniendo de acuerdo para que cuando la trabajadora social venga a visitarlo, le inventemos que se fue a desayunar con unos amigos o algo así porque si no, no vamos a poder seguir cobrando su pensión."

No pasó mucho tiempo para que yo dejara de hablarle. La bloqueé de mi teléfono y de todas mis redes sociales. Pero no dejaba de pensar en su abuela. Ella también estaba mostrando síntomas de demencia y me preocupaba que le sucediera lo mismo a manos de Amalia. Pasó por mi cabeza ir a la policía, pero con pura evidencia circunstancial y en este País, ¿qué iba a lograr yo? Cremaron el cuerpo del tío abuelo de inmediato y suponer un paro respiratorio a esa edad sería bastante plausible.

El año pasado me encontré con un amigo que teníamos Amalia y yo en común. En un momento de la conversación, me la mencionó. Él estaba enterado de que ella y yo ya no nos hablábamos sobre todo porque ella, siendo el megáfono que ya me habían advertido que era, se encargó de gritarle al mundo entero lo bastardo e hijo de puta que fui por haberla bloqueado de todo. Yo no quería hablar de ella, pero mi amigo continuó. "En el 2020 le fue fatal. Como muchos, se quedó sin chamba y no tenía ni un peso. Me tuvo que pedir prestado varias veces. Pero lo más feo fue lo de su abuelita." Alertado por la noticia, le pregunté: "¿Qué le pasó? ¿CoVID?" "No.", me contestó, "Amalia me dijo que simplemente un día ya no despertó."


martes, 7 de diciembre de 2021

K.

 No importa dónde estaba, solo importa que en el fondo escuché el arpegio inicial de "Hipnotízame" de "Fobia". Casi sin temor a equivocarme puedo decir que habían pasado mínimo quince años sin escuchar esa canción. Durante los primeros segundos de ese arpegio sentí un sobresalto; la ilusión que provoca llegar a un hogar después de no tenerlo, de ver una cara familiar en un mar de rostros desconocidos, la emoción de saber que descifraste un acertijo, descubrir el camino correcto después de estar vagando en círculos por horas. Y lo recordé todo. Todo.

"Pude cerrar los ojos mas no pude dejar de verte." ¿Cuándo fue la primera vez que te dieron un beso? Esa primera vez donde parece que la verdad del Universo se te revela por completo. Para mí fue un 10 de abril. Bajo el cielo estrellado y nocturno, rodeado de árboles. Y el tiempo se detuvo. No importaba nada, solo nosotros dos.

Sonará muy a cliché pero fue como ir al cielo y de regreso. Fue encender todos los poros al mismo tiempo. Fue como descubrir que la magia sí existe. Estuve meses intentando replicar la experiencia, pero fue imposible. Siempre digo que ese beso fue como una maldición porque no conocía la sensación de un corazón roto. Qué cosa tan romántica y tan espantosa. Con razón sufrían tanto los poetas y los trovadores. Y las canciones con acordes tristes me estremecían. Como esa de Fobia, o como "Do What You Have To Do" de Sarah McLachlan o como "Foolish Games" de Jewel o como "Glycerine" de Bush.

Y las cantaba a todo pulmón en las pedas con mis amigos. Las sentía a ojo cerrado, sonriendo y llorando al mismo tiempo preguntándome por qué ya no me quería. Por qué me había besado si después me iba a engañar y se iba a burlar de mí. Por qué me estaba muriendo de amor. Complicado de entenderlo a los dieciséis años. Y me preguntaban, ¿pues qué te hizo? ¿Qué pasó?

Que me besó. Me pinches besó.


miércoles, 1 de diciembre de 2021

Crisis y Transición.

 La neta es que sí fue un año muy cabrón. (Con año me refiero a mi ciclo solar, pues.) El 30 de noviembre del 2020 estábamos todavía atrapados por aquello de la pandemia. El trabajo escaseó todo el año así que tuve que re-inventarme para generar ingresos porque la actuada y la cantada... híjoles, pues nomás no había. Mientras mucha gente pudo aprovechar el 2020 para hacer yoga, ponerse mamadísimos, re-organizar y limpiar sus casas, contactar al Universo, hacer pedas virtuales y demás, yo tuve que chingarle para no quedarme en ceros. Me la viví tanto en la computadora editando videos, dando clases, asistiendo a juntas en línea que hasta tendinitis en la muñeca derecha me conseguí por usar tanto el mouse (y es que Apple es muy bonito pero su Magic Mouse no es precisamente el más ortopédico).

Por cierto, todo esto no es queja. Nomás estoy contando cómo me fue en la feria del 2020. Y está bien. Me hubiera gustado tener mucho tiempo para hacer todos esos pendientes que aun tengo pero no se pudo. Ni modo, a darle. De lo que sí me "quejo" aun fue de haber perdido a Luis Carlos. No me lo podía creer cuando me enteré. Y la culpa (que aun cargo) por además haberme enterado 6 meses después de su partida y por nunca haberle podido decir cuánto lo quería y cuán especial siempre ha sido para mí. Cómo te he llorado Japi. Cómo te he extrañado. Chale...

Luego llega 2021 con la promesa de que la cosa mejoraría. Y la neta es que sí eh. Desde principios de año llegó bastante trabajo. Una de las cosas más bonitas que me pasó este año fue que pude re-encontrarme con mucha banda con la que hacía años no trabajaba en televisión. Pude volver a trabajar con mi Maestro y Director favorito, Mauricio Meneses y he sido el más feliz.

Lo malo es que desde principios de este 2021 perdí a mi amigo Lolo. Otro que se fue. Les digo a amigos que teníamos en común que todavía no me la creo. Siento que en cualquier momento me va a llegar un mensaje suyo, una llamada, lo que sea. No me cae el veinte. Nomás no.

Viene después uno de los highlights más cabrones y fue la oportunidad de trabajar con el mejor Director de Cine del mundo y todo gracias a Ileana, a quien agradezco tanto tanto. Conocí gente espectacular; colegas y amigos que me recordaron la persona que soy cuando me dejo ser.

Pero llega julio y con él un caos total. Le he insistido a mi mejor amiga que hay algo en los pinches astros porque de repente entramos muchas personas a un periodo de crisis y transición. ¡Pero crisis total! Me enteré de rupturas, de gente que enfermó, de gente que fue a prisión, de gente que experimentó (y sigue experimentando) un cambio total de vida. 

No fui la excepción. Re-aparece mi Papá después de años de no saber de él. Por primera vez en mi vida decido ir a terapia y destapé la cloaca del abandono, del abuso, del vacío. Según yo siempre muy en control, muy racional, muy analítico, muy chingoncito. Y sí. Pero emocionalmente reprimido hasta la madre. Y cómo he llorado y pataleado eh, cómo me han costado estos últimos 4 meses. Porque así como soy un elefante que todo lo recuerda, soy un cínico que si vivió algo muy doloroso, lo barrió debajo del tapete decidiendo olvidar. Nomás que años después se me ocurre levantar el tapete y madres. Ya había logrado subir de peso porque regresé a jalar, pero estos últimos 4 meses me tumbaron y otra vez volví a mi look habitual de "esqueleto geek". (Ya prometí regresar a hacer ejercicio la próxima semana, a ver si lo logro.)

Si algo odio es ser víctima de mis circunstancias, pero he aprendido que si hay que llorar, pues a llorar hasta que pase. Intento manifestar mi realidad desde un lenguaje más amoroso, sobre todo hacia mí, aunque no he terminado de dejarme querer. Pero sé que tengo la absoluta responsabilidad de lograrlo. There's no pitty party here

Al final, ha habido de todo en esta pasada vuelta al sol. La nueva está empezando en caos (porque aun no termina este proceso), pero estoy dispuesto a afrontarla y a vivirla con todo. Aunque me tenga que recordar todos los días que hasta el día más culero vale la pena. Que en una de esas estoy llorando, pero caminando. Porque las heridas son la forma en que la luz entra en nosotros. Y entonces luego brillamos.